La necrópolis de Sakkara con sus ocho kilómetros de superficie es la más extensa de todo Egipto. Es también la más importante desde el punto de vista histórico, pues allí están representadas todas las principales dinastías, desde la primera hasta las de época ptolemaica y persa.

El dios Sokar, de quien deriva el nombre de la localidad, era el patrono de la necrópolis. En el centro de la misma se levanta el complejo funerario de Djoser (o Zoser), fundador de la III dinastía, con su gran pirámide escalonada dominando el patio del Festival Heb-Sed, las capillas y otros edificios funerarios. 
Alrededor del complejo se agrupan otras pirámides y mastabas, representativas de las diversas épocas. 

Djoser fue el primer soberano que confió a un arquitecto la construcción de un monumento funerario grandioso. Imhotep fue el primer arquitecto de la historia y su obra genial es la primera pirámide, y primer monumento construido en piedra en Egipto. Imhotep, además del visir de Djoser, fue también un sacerdote y médico ilustre. 

Con sus 62, 50 metros de altura, ésta pirámide estaba originariamente revestida de piedra lisa, de la que hoy día no ha quedado rastro alguno. Al lado de la pirámide puede verse los restos de la «Casa del Sur», de la que sólo quedan dos columnas acanaladas, asombrosa anticipación de las columnas dóricas. 

Al sur de la pirámide escalonada se encuentra la pirámide de Unas, último monarca de la V dinastía. El principal interés de este monumento de pequeñas dimensiones (menos de 60 metros de lado), que en el año 2000 a.C. ya se encontraba en ruinas, es el de conservar una gran parte de los «Textos de las Pirámides», o sea la primera colección de textos mágico-religioso escritos durante el Reino Antiguo. Los textos que aseguran la vida post mortem del rey (grabados en jeroglíficos pintados de verde) empiezan en el pasillo extendiéndose a lo largo de las cuatro paredes de la cámara funeraria.